Reguñir es, básicamente gruñir reiteradamente o con insistencia (¿re-gruñir?). Cuando alguien no para de quejarse, aunque nadie le haga caso, pero sigue con su son entre dientes… ¡eso es reguñir!
– ¡Por favor, Antonia, deja ya de reguñir!
Un ropón es el cacho vestidaco ese que lleva la muñeca de la foto (no, no había otra que diese más miedo, que la he buscado), que es lo que ponían antes a los niños para bautizarlos.
Y de ahí pasó (por lo menos así lo usaba mi abuela) a designar cualquier prenda de vestir o pieza de tela grande o muy grande. Y de ahí, ya en mi vocabulario, es cualquier tela o ropa de cierta envergadura: una manta, un abrigo, una cortina, un jersey…
– Estoy helá. Dame un ropón pa que me tape.
¿Qué sería de nuestras vueltas a casa de buena mañana, los fines de semana, sin los asaltos a la nevera? ¿Y cuándo te encuentras que ha sobrado tortilla de la cena? ¡O croquetas! Qué bendición para nuestros maltrechos estómagos y nuestra ansia viva. Benditas, benditas sobras. Y esas sobras, amigos, son los retales en mi pueblo. Pido un minuto de silencio en agradecimiento a las sobras. O a los retales.
– Me voy, que tengo que hacer la cena
– Pues yo no, que tengo retales.
Temblar, bien porque se esté nervioso, en vilito, o de frío. O bien por vejez, si se tiene el baile de San Vito.
¡Qué frío hace, estoy railandito!
Los viejecitos no pueden comer sopa porque están railones.